Los argentinos enfrentaron el martes numerosas dificultades para llegar a sus trabajos por una huelga encabezada por sindicatos enfrentados con el gobierno que mantienen paralizados el transporte terrestre, la administración de justicia, los puertos, las gasolineras y la recolección de basura.
Los sindicalistas reclaman la reducción o eliminación del impuesto aplicado a los sueldos y aumentos salariales que contrarresten una inflación que sitúan en al menos 30% anual. A su vez exigen negociaciones salariales libres sin la imposición de techos por parte del gobierno de Cristina Fernández.
Las exigencias son similares a las planteadas por los sectores más radicales de la Confederación General del Trabajo, la Central de Trabajadores de la Argentina y el gremio de los gastronómicos en otros cuatro paros que realizaron en los últimos tres años y medio, en los cuales se agudizó el enfrentamiento con Fernández.
Las estaciones de ferrocarril, las paradas de autobuses y las líneas de trenes subterráneos de Buenos Aires estaban vacías a primera hora del día y numerosas personas tuvieron que usar automóviles y taxis para trasladarse a su trabajo o llevar a sus hijos a las pocas escuelas públicas que abrieron sus puertas. Los colegios privados sí impartieron clases.
Roberto Fernández, secretario general de la Unión Tranviarios Automotor, dijo a la prensa que el paro obedece a que los trabajadores quieren «un salario de bolsillo digno para tener poder adquisitivo» y amenazó con más medidas de fuerza si ello no se cumple.
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