El día en que los vinilos encarecieron

Colaboraciones Música Sociedad

“Aprende a Valorar lo que tienes, ya que por alcanzar lo que deseas, perderás lo que tienes, recuerda que el precio de las cosas es lo que tu estas dispuesto a pagar por ellas y hoy día muchos saben el precio de todo pero muy pocos saben apreciar su valor…”. Alessandro Mazariegos.

¿Cuándo fue el día en que adquirir un vinilo se convirtió en sinónimo de exclusividad, o tal vez un objeto muchas veces poco alcanzable para la economía de cualquier adolescente incauto amante de la música en tal formato? Una interrogante la cual nos transporta a aquellos años de inflación, terrorismo, programas como “Trampolín a la Fama”, “Risas y Salsas”, centros comerciales anunciados con gran expectativa y que fracasaron durante su intento: (“Unicentro”, “Camino Real”), canciones como “Extraños” del grupo Dudo que algún joven con sentimiento existencialista escuchaba en su Walkman por aquel entonces, o tal vez el adormecimiento alegre, después de una faena dura de trabajo que los nuevos limeños sentían al escuchar a Los “Shapis” en un abarrotado estadio de Matute en la Victoria.

En este contexto la movida de los vendedores de vinilos usados o ambulantes tuvo su génesis en La Parada donde “Plumita”, “Laureano” y “Caballito Garcia” eran algunos de los proveedores más conocidos del formato. Y como una gran caravana muchos de ellos fueron “bajando” desde la Tacora, a la Av. Nicolás de Piérola, Parque Universitario, Plaza San Martín, Dos de Mayo, Av. La Colmena y finalmente Jr. Quilca; lugar donde hoy se ha reconocido como el foco de concentración de amantes de la música, el vinilo y el formato.

Pues bien, de esta manera durante los años 80 y 90 “la calle estaba dura” tiendas de discos como la del argentino Hector Rocca y su “DiscoCentro” terminaron por cerrar sus puertas y centenares de discos eran ofertados al mejor postor y claro, muchos de ellos terminaron en manos de los vendedores ambulantes.

Asimismo, era tan común observar bandas como” Soda Stereo”, “Virus”, “Violadores” y “Prisioneros” tirados en el piso por solo 1 Nuevo Sol. Pero lo que hoy consideramos “la carne” es decir el rock nacional de los años sesenta y setenta era aún más sorprendente: “Laghonia”, “Pax”, “Tarkus”, “Telegraph Avenue”, “Black Sugar”, “Los Shains”, “Los Doltons”, “Los Siderals”, “Los Spectros”, “Traffic Sound” y una larga lista de nombres regados en el piso por tan solo 50 céntimos. Así como lo lee; “Una china”.

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Según cuentan los propios “Guardianes del vinilo” bautizados de esta manera por su labor de preservar el formato durante muchas décadas, las portadas en ocasiones eran utilizadas para sentarse sobre el asfalto mojado después de una lluvia, o también para impregnar en el reverso del cartón la portada de algún disco importado los cuales sí tenían mucha demanda. Pero a los pobres peruanos nadie les paraba bola.

La historia del Perú ha sido una constante, muchas veces, en donde ha intervenido algún personaje extranjero. Así podemos voltear un poco la mirada y ver a un Pizarro conquistador español, Hiram Bingham proveniente de EEUU descubriendo Machu Picchu, un argentino José de San Martin proclamando la Independencia de nuestros país, un venezolano Simón Bolivar expulsando por completo a los españoles, un italiano Antonio Raymondi descubriendo la Estela que lleva su propio apellido en Chavín, una alemana María Reiche y su gran aporte con las Líneas de Nazca… así podríamos seguir una gran lista de nombres.

El caso de los discos de vinilo no es la excepción, pues durante los años 1990 en muchos países de Europa tales como España, Alemania e Inglaterra, la música de la primera oleada del rock nacional había llegado a oídos del primer mundo, quienes no necesariamente vinieron al Perú para “levantar” tales vinilos, sino a Argentina, Chile o Brasil y donde un joven de nombre Jorge Lujan; coleccionista de vinilos hasta el día de hoy y viajero recurrente en casi todos los países de Sudamérica, era el gran proveedor de tales discos pues los compraba aquí para luego llevarlos a dichos países en donde se vendían o eran intercambiados por otras joyas.

Caso similar sucedió con Jorge Bonilla, quien hoy radica en EEUU y que gracias a su colección privada y cantidad de material nacional de aquella época logró lanzar las reediciones de muchas bandas como Tarkus, Black Sugar o Traffic Sound a través de su sello Lazarus Records.

Pero como dije, en la historia del Perú siempre hubo un extranjero. Y es así como una tal “Rulf” bautizado como “El Holandés”; un gringo de dos metros, ansioso de rock nacional, emprendió viaje y aterrizó directamente en La Colmena y Quilca en busca de rock nacional del 60 y 70 Y que en su catálogo había ordenado meticulosamente; una lista por orden de necesidad para llevárselos a su país.

– “Te pago 800 dólares por estos discos, tráeme todo esto” – decía a los vendedores, los cuales vieron un negocio redondo por esos discos que hasta aquel tiempo se conseguían por 50 céntimos. Así, nuestro amigo holandés desfiló muchas veces por el Centro de Lima e inclusive trajo a otros “gringos” más y juntos levantaban todo el material raro que encontraban a su paso.

Una de las anécdotas de “El Holandés” es que cierto día lo llamaron para venderle una banda súper rara y que era difícil de encontrar. El gringo aceleró el paso ansioso por el vinilo, llegó al lugar y no podía creerlo; era el disco apócrifo de los Yorks; el 69, donde cantaba Melcochita temas como “Psicodélico“ o “Loco” con un ritmo enfermedad que hacía alusión al título. El gringo quiso probarlo y su sorpresa fue tan grande al percatarse que el disco había sido adulterado, se trataba de un disco de Cumbia en donde habían pegado el “Label” del disco original. Acto siguiente: medio cuerpo del vendedor se encontraba suspendido en el aire mientras el holandés lo sostenía del cuello por tratar de estafarlo. La historia de la gallina de los huevos de oro que al tratar de matarla no se encuentra nada.

Y así fue que nuestro amigo escribió una carta para todos aquellos vendedores que trataron de timarlo, reprochándoles el hecho de que gracias a él nuestro rock nacional se había hecho conocido en el mundo. A partir de ese entonces, los mismos vendedores se dieron cuenta del valioso material que tenían y que en algún momento lo que utilizaron de reciclaje o discos rotos por kilos para hacer discos piratas o también portadas de cartón deshechas que se vendían al por mayor, terminaron siendo buscadas con desesperación para publicarlas en internet; hoy gran culpable de los precios pero también beneficioso en cuanto a información.

No es nuestra intención encontrar culpables de los precios de los discos de vinilo de rock nacional. Por un lado, que se haya reconocido nuestra creación musical en el mundo nos enorgullece en demasía; pues bandas como Los Saicos han vuelto a “demoler” gargantas en todo el mundo, la banda Pax ha sido homenajeada el año pasado por el grupo de coleccionistas Vinyl Sound Perú y ha retomado proyectos musicales. Hace solo unos días Pablo Luna de Los Yorks enfermó a todos con ese ritmo desenfrenado ante las nuevas generaciones.

Y sí… muchas veces un extranjero termina valorizando lo que nosotros ponemos en detrimento.