Estados Unidos ha endurecido su postura contra la «explotación» de sus universidades por parte del Partido Comunista Chino y el robo de propiedad intelectual.
La portavoz del Departamento de Estado, Tammy Bruce, reafirmó la determinación del país de no tolerar estas prácticas, mientras que el Secretario de Estado Marco Rubio anunció nuevas medidas para revocar «agresivamente» visas de estudiantes chinos. Aunque no se han proporcionado cifras exactas de cuántos estudiantes se verían afectados, la medida subraya una creciente preocupación por la seguridad nacional en el ámbito académico y científico.
En una reunión informativa, Tammy Bruce se negó a especificar el número de estudiantes chinos que podrían perder sus visas bajo este nuevo plan. Sin embargo, indicó que se examinará a cualquiera «que se considere una amenaza para el país o un problema», sin detallar los criterios para determinar dicha amenaza.
El Secretario de Estado Marco Rubio, al anunciar estas medidas, enfatizó que el foco estará en los estudiantes que tengan conexiones con el Partido Comunista Chino (PCCh) o que estén cursando estudios en campos considerados críticos para la seguridad nacional estadounidense. Rubio fue contundente al declarar que Estados Unidos «no tolerará la explotación por parte del PCCh de las universidades estadounidenses o el robo de propiedad intelectual o tecnologías de investigación estadounidenses para aumentar su poder militar, llevar a cabo labores de inteligencia o reprimir las voces de la oposición”.
Este endurecimiento se suma a una directriz anterior que ordenó a las misiones diplomáticas estadounidenses en todo el mundo dejar de programar nuevas citas para solicitantes de visas de estudiantes y visitantes de intercambio. Bruce no especificó cuándo se reanudarán estas citas, limitándose a recomendar a los solicitantes que continúen revisando el sistema de visas. La medida refleja una estrategia más amplia de la administración de Estados Unidos para contrarrestar lo que percibe como amenazas de espionaje e influencia indebida por parte de China dentro de sus fronteras, particularmente en el sector educativo y de investigación.

Geopolítica de la Ciencia y la Academia en el Conflicto EU-China
La reciente decisión de Estados Unidos de revocar visas de estudiantes chinos y la ampliación del escrutinio sobre sus actividades en universidades estadounidenses es un reflejo de la intensificación de la competencia geopolítica entre Washington y Beijing. Este escenario, enmarcado en acusaciones de «explotación» y robo de investigación, revela una compleja dinámica que impacta directamente en la ciencia, la academia y la seguridad nacional.
Un reto inmediato para Estados Unidos es cómo implementar estas medidas sin afectar la vitalidad de sus universidades y la diversidad de su comunidad académica. Si bien la preocupación por el espionaje y la protección de la propiedad intelectual es legítima, una política de veto indiscriminado podría disuadir a talentos genuinos y perjudicar la colaboración científica internacional, que a menudo depende del intercambio de mentes brillantes. Definir «quién supone una amenaza» de manera objetiva y transparente será crucial para evitar acusaciones de discriminación o xenofobia.
Por otro lado, el beneficio percibido de estas acciones es la protección de la ventaja tecnológica y la seguridad nacional de Estados Unidos. Al limitar el acceso de individuos con presuntos lazos con el PCCh a investigaciones sensibles, Washington busca salvaguardar sus innovaciones en campos críticos y prevenir la transferencia de tecnología que pueda fortalecer las capacidades militares o de inteligencia de China. Esta medida es una escalada en la «guerra tecnológica» entre ambas potencias.
Finalmente, este contexto genera un desafío significativo para las universidades estadounidenses. Durante décadas, las instituciones de educación superior se han beneficiado enormemente de la afluencia de estudiantes internacionales, incluyendo a un gran número de chinos, que aportan talento, diversidad y, a menudo, recursos financieros. Una reducción drástica en la matrícula de estudiantes chinos podría tener repercusiones económicas y académicas importantes, obligando a las universidades a reevaluar sus estrategias de internacionalización y financiación. Este es un campo de batalla donde la seguridad nacional se enfrenta a la apertura académica.