«Los condenados de la tierra / El mundo otro» en Puebla

Colaboraciones Cultura México

En su labor de anfitrión, desde el 7 de febrero hasta el 29 de junio el Museo Amparo albergó Los condenados de la tierra / el mundo otro, obras emblemáticas del acervo Carrillo Gil. Dos de las tres galerías exhibieron el discurso nacionalista de Orozco y Siqueiros: los obreros, los violentos, los agachones y los sumisos se vuelven una sola masa que lucha y narra los horrores de la revolución, el común denominador de la estampa mexicana a principios del siglo XX. El mundo otro ocupa la tercer galería, una masa de procesos introspectivos, una invitación a las múltiples interpretaciones del espectador, las filias y las fobias de los autores, el nuevo imaginario a cargo de Rivera, Orozco y Gerzso.

La segunda mitad del Siglo XX es un cúmulo de manifestaciones culturales del cual se desprende un buen racimo de artistas, encargados de estructurar los espacios en planos interiores y exteriores. El “ojo poeta” de Gerzso se asoma tímido desde la brecha que corta a “Espacial,” un filo blanco que segmenta un espacio neutro, la oquedad hecha ventana.

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ESPACIAL – 1959

Probablemente no haya una preocupación existencial en el “ojo del pintor” por ser observado; el hombre interior es retraído y bastante modesto, se mantiene quieto en las profundidades de la grieta, mientras los espectadores exaltados por la presencia de Rivera y Orozco se abandonan en el privilegio de contemplar un discurso que discrepa del monopolio muralista.

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LABNÁ – 1959

La obra de Gerzso se vuelve contemplativa en la medida en la que uno se acerca, y se sublima en la grandeza de la pintura. Labná es el primer acercamiento, un baño de luz ilumina el marco dorado, y nos invita al goce estético. En la pintura coexisten una serie de planos paralelos que estimulan la mirada, sin embargo para el público el estilo de Gerzso rompe con la carga de formas, colores y temáticas previas. En un acto prejuicioso al desconocer que se trata de un artista mexicano, pionero de la abstracción, los espectadores muestran cierta predilección por dos obras de Orozco, que se encuentran al final de la sala. La experiencia puede ser comparable con el misticismo de hallarse en un laberinto que se revela en la obra de los tres grandes, pero que ignora la dimensión pictórica, poética y expresiva del autor.

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ESTELA BLANCA – 1960

En particular, superar el misterio narrativo y expresionista que manifiesta encuentra lugar en el deleite de las constelaciones geométricas que se aglutinan en obras como Estela Blanca, imposibles de verbalizar, pero que pueden ser apreciadas desde una perspectiva espiritual, poética, o psicológica, lo cual nos conduce a una fascinación permanente. Admiro el trabajo de Gerzso, un disidente de los grupos artísticos de la época, condenado a la periferia del arte mexicano, inquietante en contrastes, formas y colores. Tres grandes, tres galerías, tres Gerzso, una invitación a la nostalgia de su obra.