Marco Aurelio Carballo: QEPD

Colaboraciones Cultura México

No sé cómo iniciar este escrito, si desde que conocí a MAC leyendo “Polvos ardientes de la segunda calle”, “Muñequita de barrio” o “Turbocrónicas”, o desde su querida presencia en Chiapas, dando talleres en Tapachula o Tuxtla Gutiérrez. No sé si quepa decir acá lo generoso que fue con muchos de nosotros, no sólo por la amistad, sino por compartir sus experiencias como escritor. La palabra “apastillar” se quedó marcado en mi (al más puro estilo soconusquense), al igual que ésta otra, excelsa: “transvergar”.

Se fue al mar del universo para seguir escribiendo, incansable. Era reportero y escritor las “28 horas” del día. De los hoteles donde lo hospedaban exigía sólo dos cosas: una mesa y una silla (más la cama, claro está). De los alimentos era estándar, y a pesar de los años recorridos y los lugares visitados, alcanzó a sorprenderse con los tacos de menudencia, chanfaina, y de camarón con huevo, vendidos en el quiosco entre Telégrafos y Palacio de Gobierno. “Con razón los burócratas están bien cachetones”, comentó, mientras le servían pozol de cacao.

En un principio Marco y yo nos hablábamos de usted, yo por respeto y admiración a su trayectoria, merecedor de premios aquí y allá; él por educación. La única manera de romper ese tono fue en una cantina, con “lingotazos” de trago. Ahí me contó infinidad de anécdotas y me presentó a personajes “claroscuros”. Era imposible para mí aguantar las carcajadas luego de sus “remates” a las anécdotas. “No te rías, mano, que yo sufrí esto que te cuento”, luego se tiraba una media sonrisa de “hombre duro”, y bebía.

Gracias a una invitación suya participé en un libro anecdotario sobre un amigo común: Rafael Ramírez Heredia. En ese libro editado por Fontamara escribieron grandes personajes de la literatura y del periodismo nacional. Gracias a él me pagaron (bastante bien, por cierto), por garabatear cinco cuartillas. Él me insistía en que escribiera, porque debía aprovechar varias cosas a mi favor: que tenía pinta de soconusquense bien mojarreado y que daba “el gatazo” como escritor. También me dijo que debí conocer “el Pijuyal”, y los tapachultecos que lean estas líneas sabrán bien de qué lugar hablo.

Las Turbos de MAC me gustan mucho, y a varios de sus cuates nos enviaba “la turbo de la semana” antes de que apareciera en algún diario nacional o estatal. Era un privilegio leerlo antes de ser publicado. ¿Ejemplos de “apastille” de un texto? Las Turbocrónicas. ¿Ejemplos de textos “transvergados”? Los textos de un paisano suyo, de quien omito el nombre por respeto a MAC, quien asistía a sus talleres en la ciudad de México, y luego venía a Tuxtla a dar un taller propio de narrativa, intentando imitar la manera en que MAC daba su taller. “No sólo es desleal” decía Marco, “sino que además es chafa…y pendejo”. Esto último en referencia a lo sucedido al desleal paisano en su taller apócrifo, cuando uno de los asistentes le hizo la “pregunta envenenada”: ¿Cuál es la fórmula para escribir una novela? El triste personaje se despepitó revelando la “receta secreta”, que no fue otra cosa que una serie de cantinflismos. Una vez terminada la perorata, varios posibles alumnos abandonaron la sala y el taller.

Les decía, MAC era escritor de tiempo completo, como lo demuestra su entrada en el blog Diario de un reportero neuras www.marcoaureliocarballo.blogspot.mx, de fecha 28 de julio de 2015, donde deja el fragmento número 87 de su novela, que lleva por título “El último protomacho, creativo y perfeccionista, en el país de las colas sin fin y las narices de mango”.

Marco Aurelio Carballo colaboró en los semanarios Siempre! y Punto y Aparte de Jalapa; en las revistas mensuales El Búho y Gente Sur, y de los diarios La Prensa, del DF; Diario del Sur, de Tapachula, Chiapas, y de El Heraldo de Chiapas, de Tuxtla Gutiérrez, así como de la revista electrónica Este sur. Publicó cinco libros de relatos y ocho novelas: Polvos ardientes de la Segunda Calle (Mortiz,1990), Crónica de novela (7Cambio,1992), Mujeriego (Planeta,1996), Vida real del artista inútil (Editorial Colibrí, 1999), Muñequita de barrio (Fondo de Cultura Económica, 1999), Diario de un amor intenso (Nueva Imagen, 2000), Morir de periodismo (Axial, 2008) y Últimas Noticias (Ficticia Editorial, 2010). Recibió el Premio Chiapas de Literatura Rosario Castellanos en 1994, el Premio Nacional de Periodismo y de Información en el género de Entrevista 1997-1998; el Premio Nacional de Periodismo José Pagés Llergo 1998 en el género de crónica, y el Premio Nacional de Novela “Luis Arturo Ramos” con el libro Últimas Noticias (Ficticia Editorial, 2010).