Arte y ecología: Museo Casa del Axolote

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Sin duda uno de los grandes problemas que afectan nuestro entorno es la falta de responsabilidad para emprender acciones a favor de la flora y la fauna que -aun y sin ser merecida- poseemos. La ignorancia respecto a esta alarmante situación nos vuelve unos depredadores de los recursos naturales, que si bien se encuentran a la mano del ser como ente racional, generar conciencia sobre su estado de conservación no es prioridad.

“Cada persona que muere es un pedazo del mundo que muere”. Una sentencia que bien puede aplicar  para el sinfín de especies que día a día se extinguen. El exterminio de cual llevamos gran parte de la responsabilidad es la gran consecuencia que en los años venideros tendremos que afrontar.

Si bien un museo se puede definir a grandes rasgos como una institución al servicio de la sociedad,  que alberga el valor cultural de una nación, dada la necesidad es de vital importancia destacar aquellos que conservan, investigan, hacen conciencia y educan  sobre la importancia del medio ambiente y el ecosistema en general.

Así mismo, existen unidades de manejo para la conservación de la vida silvestre (UMA). Una que realiza una gran labor es la del Museo Casa del Axolote en Chignahuapan, Puebla, imprescindible para activistas, biólogos e investigadores así como público en general interesado en la preservación de la especie Ambystoma Mexicanum, una especie de tipo endémico que se encuentra en un margen crítico de supervivencia.

Como preámbulo a la visita eres recibido por uno de los integrantes de la UMA, quien narra las características, el hábitat y la gran labor de conservación que desempeñan. Un detalle que me pareció de gran interés es la denominación que recibe la especie Ambystoma Velasci, en honor al extraordinario paisajista y artista mexicano José María Velasco, hombre de ciencia y naturalista que tuvo el privilegio de disfrutar los entornos  del México a finales del siglo XX.

Me tomo la libertad de imaginar al artista colocando su caballete entre los cerros. Desde ya podemos advertir  la conciencia ecológica que no pretende dañar el paisaje sino ser evidencia de la riqueza natural que nos rodea. Por tal motivo no es de extrañar su interés en la anatomía, zoología, y el descubrimiento de las especies, tarea obligatoria para un miembro de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, quien a partir de una litografía precisa las cualidades del Sideron Tigrina, que para 1879 honrosamente recibiría el nombre científico con el que ahora se conoce.

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El arte y la ciencia en fin común con la ecología arrojan temas de gran interés, que llevados a la conciencia, pueden crear los cambios necesarios para sobrevivir al genocidio ecológico que estamos provocando. En días pasados el IAGO (Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca) en colaboración con UMA Casa del Axolote, presentaron el Viaje del Axolote, una exhibición que  reconoce la gran labor  de conservación de esta especie mexicana y nos invita a crear conciencia.