Se conocieron así, en línea. Con toda la alevosía que de manera incomprensible nos propina nuestra realidad virtual. Si, en línea, en uno de esos sitios tan populares y concurridos en nuestros días para encontrar el verdadero amor, ese que ya escasea, que no se encuentra disponible mirando a los ojos de nadie, sino a través de reglas de probabilidades y algoritmos que analizan el perfil de los enamorados y su comportamiento, y hacen un enlace perfecto con los gustos, pasatiempos, manías y bondades que cada quien decide revelar en sus datos de contacto.
Se conocieron así y puede ser que el azar, o esa máquina matemática intangible que nos define a todos en el mundo actual, les unió en un destino tan común como fatal. Así como a ti, así como a mí o a cualquiera.
Pero en este caso particular, las autoridades de San Bernardino, California especulan si, además de los algoritmos de rigor, pudo haber existido la proverbial mano negra de un lado o del otro, o de los dos, para hacer convergentes los caminos de los tórtolos que quizá, desde aquel momento, ya tenían alguna retorcida intención de sucumbir a la manipulación y hacer del fanatismo un arma letal muy conveniente para aquellos que siguen usando los sueños de juventud y las ideas febriles de dios, para alimentar sus intereses acaso más mundanos, sus apetencias más propias de los mortales, más distantes de la supuesta trascendencia divina que muchos de los que se inmolan asesinando cobardemente a otros, creen estar a punto de alcanzar.
A pesar de que en los Estados Unidos no se habla de otra cosa, no se sabe, hasta el momento en que escribo esta columna, si esa romántica aparición virtual fue una casualidad o parte de un plan un poco más elaborado y macabro, si hay más implicados ni tampoco a quien reportaban estos fanáticos asesinos. No se sabe si el sitio virtual de enamoramiento es una plataforma instaurada o solo utilizada por grupos terroristas, no se sabe, en fin, si en lugar de love punto com o match makers punto com, estamos ante una revelación del sistema encubierto para generar esta guerrilla terrorista contra los blancos suaves, como se empeñan ahora en llamarlos.
Lo que sí está claro es que, al menos en los papeles, el romance virtual los unió en matrimonio y, ya en calidad de consortes americanos decidieron, además de procrear un hijo y dejarlo brutalmente traumatizado con una orfandad perversa, aniquilar a catorce personas, y herir a otro par de decenas de seres que cometían la falta inexcusable de pulular en una especie de fiesta navideña; que cometieron el pecado capital de ir a trabajar ese día. Parte del horror, se especula ahora, es que los potenciales autores de este tipo de atrocidades son ciudadanos o migrantes legales, algo que he escuchado le comienzan a llamar algunos en los Estados Unidos el «Green Card Terrorism».
Se conocieron así, dicen, y así fueron adquiriendo poco a poco, como todo matrimonio, un patrimonio en común, solo que esta vez, los activos diferían de los enseres tradicionales de cualquier ortodoxo nido de amor: en vez de licuadoras, máquinas de café y artilugios para fabricar wafles, se fueron haciendo de municiones, explosivos, armas largas automáticas, uniformes de comando y el intangible de la capacitación táctica militar para dar el golpe certero. Nadie los detectó, nadie sospechó. Nadie denunció. Nadie.
Descastados, sanguinarios, obnubilados por la falsa idea de la venganza de dios bien incrustada en sus limitadas razones. Instrumentos de muerte implantados por aquí y por allá. En esos sitios que te decía ahora los expertos llaman «soft targets», en una escalofriante alusión a lo impredecible de su ubicación, lo que los hace acaso más letales.
Yola, Paris, San Bernardino, Bruselas… ¿Vienen pronto hacia ti? ¿Podremos pararlos de verdad o será mejor hacernos a la idea de esta nueva cara de la guerra que ya no es de naciones, sino de grupos facciosos de interés? El armamento, el espionaje sobre ti y sobre mí, la báscula en aeropuertos y estaciones de ferrocarril, ¿de verdad podrá con ellos o nos hacemos a la idea de decir adiós todas las mañanas a nuestra existencia, no vaya a ser que al vecino le haya gustado nuestra oficina como blanco suavecito?
Se conocieron así, y acaso esos sitios de romance, amistad, camaradería, encierran en su vientre cibernético cientos de miles de individuos que, algunos tomando venganza de su propia desgracia, otros buscando un paraíso que les fue negado al menos en esta existencia, otros manipulados hasta el tuétano con falsas ideas divinas que germinan en sus vacíos existenciales, vienen a tocarnos la puerta de nuestra oficina, salón de clases o restaurante favorito, a recordarnos que el monopolio de nuestros destinos y la riqueza mundial seguirá siendo privilegio exclusivo de aquellos que comprendan y manipulen mejor la modernidad para explotar todos nuestros miedos.
Se conocieron así, como tú quizá has conocido a muchos o a muchas sin saber quién está al otro lado en realidad. Así, en línea, sin ser detectados, al acecho, esperando una orden de algún cretino que haciéndoles creer que porta un mensaje divino, les enviará una y otra vez en una carrera infernal de muerte e infamia, hacia un blanco suave, esos “soft targets” que los demás, entrañable y cándidamente, llamamos hogar.