Todos vuelven: no soy la excepción

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Despierto sin la erótica caricia de Roberto, treinta grados a la sombra, setenta correos por leer y un mini trip a Hong Kong por emprender. El tren llegó puntual. Dos huellas en la entrada del vagón ya me esperaban. Entre el vaivén y mi desorden emocional se escuchaban los reproches cantonenses. Me senté cerca de la ventana, desde donde pude apreciar el Lou hu district. La zona fronteriza es mejor conocida por el insoportable ruido de los suppliers y sus montones de extranjeros getting the bargain price. Ni la ficción puede salvarlos.

Sabes que Shenzhen se va quedando atrás porque los nombres de las estaciones suenan muy «chinglis», the people is more polite and less rude, y los McDonal’s venden hotcakes. La influencia inglesa me permite disfrutar un desayuno calorico occidental sin ápice de arroz. La estrechez de las calles en armonía con la lluvia no deja otra opción que entrar en some stylish shops. Compré varias cosas, entre ellas, un par de zapatillas. Cualquier adquisición implica un consumismo exacerbado. En palabras más aladas sugieren un elogio al cuerpo, especialmente a mis pies, que todavía no acaban de recorrer el mundo.

Una constante de los residentes orientales es el agua caliente y sus efectos purificantes como ventaja.  Tanto las mesas de los restaurantes como las de casas y oficinas tienen su dotación de liquido hirviente. Dentro de sus principales usos destaca la limpieza de los utensilios.

Uno puede graduarse en protocolo cantonés sólo si es capaz de coger un cacahuate con palillos. La mención honorífica dependerá del número de peanuts que lleguen a la boca. La regla es alcanzar el equilibrio. Queda prohibido cualquier temblor, y el movimiento consecutivo cuenta como ejercicio. Un mito que gira en torno al arte de comer se refiere al estilo de sujetar los chopsticks. Mientras más alejados de la punta, menos apegados y viceversa.

Todos vuelven, dice Rubén Blades: no soy la excepción. Regreso a la rutina del rostro nude, el pan hervido y las duchas nocturnas. Son casi las doce del mediodía. No sólo descubro que soy víctima del reloj; soy una chica Wang(o) instead of Almodovar’s one.