En una noche de horror, un poderoso terremoto de magnitud 6,2 sacudió la provincia de Gansu, en el noroeste de China, dejando un saldo devastador de al menos 116 personas muertas y cerca de 400 heridas. Los socorristas, enfrentándose a condiciones de frío extremo, se afanan en la búsqueda de sobrevivientes entre los escombros de edificios colapsados.
El sismo, de poca profundidad, causó el derrumbe de casas y generó daños generalizados, obligando a los residentes a huir a las calles en medio de temperaturas gélidas. Además de las víctimas en Gansu, la ciudad de Haidong, en la provincia vecina de Qinghai, lamenta la pérdida de 11 personas y más de un centenar de heridos.
Con el epicentro a 100 kilómetros al suroeste de la capital provincial, Lanzhou, el temblor se sintió en Xi’an, una histórica ciudad en la provincia de Shaanxi, a unos 570 km de distancia. Las réplicas siguieron al evento principal, manteniendo a la población en estado de alerta.
La tragedia ha dejado al descubierto la vulnerabilidad de la región frente a desastres naturales, con casas colapsadas, cortes en los servicios de electricidad y agua, y temperaturas bajo cero. Más de 1.400 bomberos y rescatistas están desplegados en la zona, enfrentándose a condiciones climáticas adversas para brindar ayuda urgente.
El mundo observa con consternación mientras las imágenes muestran a los equipos de rescate trabajando incansablemente entre los escombros, destacando la magnitud de la emergencia y la necesidad de una respuesta inmediata.