Una hidra llamada desempleo

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El desempleo es uno de los males más temidos en las sociedades. En lo individual, la falta de empleo compromete los ingresos particulares, y con ello se vulneran el bienestar y la integridad de la célula familiar. En lo colectivo, los gobiernos tratan de reducirlo a su mínima expresión pues cuando se robustece trae aparejado otras calamidades como inseguridad, crisis y agitación social.

¿Cuál es el mínimo de desempleo posible? El término económico “pleno empleo” hace referencia a una situación de cero desempleo. No quiere decir que todas las personas trabajen, sino que quienes deseen laborar lo estén haciendo. Esta situación no deja de ser utópica: por más sana que crezca una economía siempre habrá desempleo en sus versiones “friccional” y “estructural”.

Definir “desempleo friccional” resulta sencillo: es aquel que se produce cuando las personas empleadas cambian de un trabajo a otro, o se encuentran en el proceso de reclutamiento y capacitación. El concepto de “desempleo estructural” es más complejo y se adjudica a Henry Ford su descubrimiento.

En 1914, cuando el mercado automotriz se encontraba en medio de una recesión, el fundador y principal accionista de Ford Motor Company hizo algo insólito, contrario a toda lógica económica, una acción aparentemente suicida: incrementó en más del doble el salario de sus operarios y redujo las jornadas laborales. Las reacciones fueron inmediatas y al poco tiempo la solicitudes de empleo se incrementaron en miles, generando incluso riñas campales a las puertas de la empresa.

El trabajo rutinario de producir en serie un solo modelo, el T, llegaba a generar tal nivel de tedio que los empleados irremediablemente renunciaban. La paga vigente no cubría el hastío causado por la monotonía, por lo que en promedio un trabajador difícilmente duraba tres meses laborando en la empresa. Con esa movida Ford solucionó su problema de rotación de personal, reduciendo enormemente los costos por contratación y capacitación, pero desveló una nueva forma de desempleo: el estructural.

Salarios por encima de los de equilibrio de mercado tienen un doble efecto: por un lado transforman a los empleados, quienes no quieren perder su empleo, en más eficientes y productivos;  por el otro causan que más gente quiera emplearse. La conclusión es lapidaria: entre más altos sean los sueldos en una economía, más difícil será erradicar el maligno desempleo.

Combatir el desempleo es como luchar contra una hidra inmortal. No puede eliminarse por completo, pero en la medida que lo tengamos controlado, encadenado y sometido nuestras sociedades podrán crecer y desarrollarse. Así que bienvenidos sean los empleos de calidad y mejor pagados.