El informe de la ATF es el primero de este tipo en más de 20 años y pretende ayudar a reducir la violencia armada.
Revela un aumento del 54% de las armas incautadas en escenas del crimen que habían sido adquiridas en los tres años anteriores, lo que indica tráfico ilegal o compras legales para su reventa a personas no autorizadas.
La venta de armas se disparó durante la pandemia, y la mayoría de las utilizadas para cometer delitos cambiaron de manos desde su compra.
El documento también documenta un aumento de los dispositivos de conversión que dotan a las armas semiautomáticas de potencia de fuego de ametralladora, así como de las «armas fantasma» de fabricación casera sin número de serie que aparecen con más frecuencia en las escenas del crimen de todo el país.
