Sí, renuncio

Alfonso Villalva Colaboraciones Gobierno Política Sociedad

A ti Chofi, por todo lo que me has dado…

Hoy renuncio, compañeros diputados. Sé que le queda muy poco a esta legislatura, pero no importa. Por más esfuerzos que realizo cada día, ya es imposible sostener la mentira en la que me cobijo, en la que he encaramado mi verdadera humanidad. No soy la mariposa que les he dicho emergió del capullo, que sublime dejó la condición babosa y rastrera de oruga, para formar alas magníficas multicolores, y representar un milagro de la naturaleza. No, compañeros diputados, sigo siendo el gusano que se empuja por el piso para ir de un lado al otro sin visión larga, sin mayores funciones en la vida que comer la carroña que pende de las plantas bajas, y alguno que otro insecto -muy menor a mí en dimensiones-.

Tengo que renunciar, porque mis zapatos de charol no son reflejo de mi brillo en sociedad, ese brillo que tanto he envidiado, que tanto me ha lacerado en el interior cuando veo a otros que no son la tropa irreflexiva, ¡vaya! que no son banda, que toman posiciones, que son respetados, ensalzados, solo porque saben de cubiertos en la mesa, porque citan autores rebuscados. No, mis zapatos de charol son un intento por demostrar que con los pesos que he logrado arrancar al presupuesto, puedo despedir fulgores desde las patas mismas, para apantallar a mis enemigos.

Hago burlas vulgares e infantiles en la Cámara porque no tengo otro recurso intelectual para disentir, para demostrar que yo también nací con ganas de ser hombre de respeto, líder de opinión, para demostrar ante la escasez de mis acervos culturales, que la porra es maciza, dura, peligrosa. Para tratar de intimidar como lo hacía allá en la Prepa, en la facultad, por la que tantos años agité desde la porra, con más coraje cuando se trataba de golpear a rotitos muy perfumados, muy mantenidos por papi y mami, muy vestiditos… hasta que me aparecía yo -su azote popular-, y les daba sopa de pueblo, sabor de raza enardecida y envidiosa, medicina precisa para la revancha.

Sé que mis razones para hacer política y destacar son las equivocadas. A mí nunca me han importado una maldita cosa los mentados pobres. Yo lo fui de chico y con eso me bastó. Quiero ser rico, estar rodeado de mujeres bellas y famosas, y darme mis lujitos. Sé bien que mi discurso resulta nauseabundo aún para aquellos que si tienen vocación de lucha por la equidad y la justicia social, aún para los más pobres. Pero no encontré otro camino para hacerme de mi auto europeo, comprarme mis corbatas de seda italiana que, aunque parezcan grotescas y estrambóticas, representan para mí haber llegado donde mis condiscípulos nunca soñaron: ser el rey de la vieja colonia donde los demás siguen jodidos; ser orgullo de mis hermanos cuando me miran por el televisor…, aunque ellos también sepan que miento.

Sin embargo, ha llegado el tiempo en el que comprendo que no puedo seguir engañando a todos, o por lo menos a los que me siguen y votan por mí. Es enfermizo seguir mintiendo y prometiendo lo imposible a los que ya perdieron hasta la esperanza, seguir usufructuando la miseria ajena. Sí, quiero seguir viviendo del erario, pero no en estas posiciones en las que los periodistas nos balconean todos los días con nuestros escasos aciertos, nuestras irreconciliables necedades, nuestras ausencias multitudinarias. No aquí, en la vitrina de la nación, en la que sigo siendo el ñero peleonero sin que nadie me respete como a los otros diputados que dizque tienen clase, que piensan o que se ganaron sus grados académicos estudiando, no con el garrote sobre la cabeza del maestro.

Reconozco que no estoy en contra de la nueva reforma energética: decir que el petróleo es de todos los mexicanos no es más que una argucia populachera que solamente aletarga el progreso. La verdad, poco entiendo al respecto y me importa aún menos. En plata, yo estoy contra todo en tanto me proporcione un foro para lucirme y ser famoso, ser célebre -como galán de telenovela, como goleador de la selección-.

¿Por qué de ellos si hacen programas especiales, y les permiten lloriquear en prime time que de niños eran pobres y triunfaron a base de esfuerzo? Y, a mí, ni quien me regale un minutito para una pregunta personal, vaya, lo que siento, mis hijos o mis padres. Por eso tengo que arrebatar el foro y gritar contra lo razonable, para que alguien se fije en mí, para que alguien me crea importante.

Yo también siento, no se les olvide, y me voy para no seguir engañando, para no seguir discutiendo de todo, defendiendo lo indefendible, pero nada más. Me voy dolido, porque nunca pude dejar la pandilla, la categoría de vándalo, la incontrolable voracidad que me caracteriza. Nunca pude transformarme en un señor de esos que fuman cigarro puro, que se perfuman, que sonríen con estilo. Me voy resentido, con el corazón partido en dos, pero seguiré luchando, porque recuerden que la banda es chida, pero cuando se le molesta es… inclemente.